miércoles, 4 de junio de 2008

Suposiciones.



Me encantaba pasar un rato en un pequeño café de la calle... a esas horas de la tarde en que aún había poca gente y se respiraba tranquilidad.
Generalmente, yo solía sentarme sobre uno de los taburetes de la esquina de la barra, desde el cual podía mirar, un tanto desapercibida, a los demás clientes que en ese momento allí estaban.

Era un viejo local reformado para darle aspecto de bar antiguo. Mostrador de madera rodeado de taburetes, también de madera, Mesas de mármol con sillas de madera. Suaves colores salmones en las paredes y suelo con losas cuadradas negras y blancas. Espejos y marinas completaban el ambiente relajado del lugar. Una puerta de cristal con tiradores de metal dorado invitaba a entrar a los que pasaban delante de él. Desde el primer día que lo hallé, me sedujo y decidí que aquel era mi refugio.

Por lo general, a esas horas de la tarde coincidíamos las mismas personas. Mientras bebía un café en mi esquina, podía fisgar con disimulo a las otras personas e inventarme historias sobre su vida. Una mujer mayor siempre sola; siempre en la misma mesa y que siempre pedía una tostada y un café descafeinado con leche. Yo me imaginaba que era una mujer viuda, no muy sobrada de dinero, y con hijos ya independizados. Una pareja de jóvenes estudiantes con gruesas carpetas se sentaban en una de las mesas más apartadas. Se les veía felices, ajenos a todo y descubriendo el amor en esa etapa en que los sueños pueden alcanzarse con la punta de los dedos.

Pero, en realidad, el sujeto que más me llamaba la atención era un hombre de aspecto cuidado, de una edad indeterminada, que tenía por costumbre observar, de vez en cuando, a los presentes para, luego, escribir notas con la mano izquierda en un pequeño cuaderno. Sin poder evitarlo, yo ideaba todo tipo de historias sobre ese hombre. Seguro que era un escritor a la caza de personajes para alguna novela, o un poeta que hablaba sobre la soledad del hombre. Yo sonreía y me decía a mí misma- Mira qué si resulta que yo soy uno de ellos. Sería gracioso- ¿Cómo me describiría y qué diría sobre mí, una mujer sola en la esquina de la barra de un bareto? Una mujer solitaria, desengañada por algún amor y refugiada en la soledad de los demás.

Tras una media hora de elucubraciones sobre unos y otros y lectura de algún libro, llegaba el final de mi espera para ir a recoger a mi hija, quien estaba haciendo un tratamiento de logopedía en un centro que se encontraba justo en la acera de enfrente.


1 comentario:

Davinia dijo...

Yo soy muy peliculera, aunque ahora mi imaginación está un poco aletargada..., antes si que me gustaba elucubrar con historias de las personas con las que coincidía a menudo, prometo contaros alguna.

Besos y abrazos para Aranjuez y Madrid, y una rascada de barriga para Thora.