lunes, 30 de junio de 2008

La importancia de la sombrilla. (Breve estudio antropológico)

Es temprano y os encontráis en una playa, sentados o paseando. Todavía se puede disfrutar del encanto del agua y la arena sin que cientos de veraneantes hayan ocupado todo el espacio libre con sus cuerpos y parafernalia veraniega. Fijaoos en los distintos grupos que van llegando, principalmente en las familias. Veréis al marido como el portador de la sombrilla y la esposa y los hijos( y algún adosado familiar, que casi siempre lo hay) con las viandas y útiles playeros.
El grupo después de otear a un lado y otro decide que ha encontrado su lugar de asentamiento.Tras dejar los enseres en el suelo, el pater familias, rodeado por el resto de los miembros del grupo, clava el asta a conciencia para, luego, insertar el parasol de lona o loneta. Una vez realizado este primer paso del ritual, se sitúan los útiles playeros y las viandas alrededor, ocupando un espacio mínimamente vital.

Las explicaciones a esta actuación pueden ser variadas. Un psicólogo freudiano indicaría que la sombrilla es un símbolo fálico, y, cómo tal, el hombre es quién lo porta consigo y es el encargado de hincarlo en la arena de la playa como si del acto sexual se tratara, dejando de manifiesto en esta acción todo un lenguaje gestual o de su potencia viril o de una insatisfacción sexual ( véte a saber).
Pero esta teoría fálica-playera no me acaba de convencer y creo que existe otra más verosímil.

Para los seguidores de la utilidad simplista, la sombrilla sólo sirve para darnos sombra y cobijo en los días de verano en que Lorenzo aprieta con ganas y que no hay que buscarle tres pies al gato. No le pongo pegas a esta teoría, porque yo misma lo he comprobado, aunque, después de haber realizado varias observaciones, creo que tenemos que mirar más allá de nuestras narices. Veamos.
El grupo playero repite esquemas y costumbres adquiridas a lo largo de los siglos; el miembro masculino es el cazador del clan, el conquistador de territorios, y, en este caso, se trata también de la conquista de un territorio para todos los miembros de la familia. La sombrilla se convierte, entonces, en el símbolo o señal ondeante de un espacio ocupado y delimitado por toallas, bolsos, cubos, palas, sillas y un largo etc.
Y si no me creéis, probad ir un día a la playa sin ella, situaros con vuestras cosas sin su amparo y comprobad lo que ocurre. En breve tiempo, vuestro espacio estará completamente invadido por otros clanes u hordas playeras.

---Una imagen playera más relajante, después de las fotos de playas atestadas de gente---
---Fotografía cedida por Cristina.R.---

martes, 24 de junio de 2008

Mercado de la boquería.


Desde 1217 se tiene constancia que en la puerta del Pla de la Boqueria de la muralla de Barcelona se formaba este mercado ambulante. 
Pasado un tiempo se trasladó justo en medio de la rambla, esto fue consentido hasta que Las Ramblas fueron consideradas un paseo, y vieron que no daba buena imagen que estuviera allí.
Entre 1700 y 1900 el mercado no para de crecer y de moverse por toda la zona del centro, tanto por visitas reales a la ciudad, como por crecimiento del número de mercaderes…
Su diseño arabesco era de tan deslumbrante belleza, que ante su presencia a la gente se quedaba con "la boca abierta" de ahí el nombre de “boquería”.

Su construcción se inició el día de San José (19 de marzo) de 1840 donde antes se ubicaba el convento de Sant Josep (dos motivos que dan origen a su nombre oficial), bajo las órdenes del arquitecto Josep Mas i Vila. Sin embargo, en la misma área, se comerciaba ya de forma ambulante desde 1217.
La cubierta metálica y la estructura de hierro datan de 1914 y fueron ideadas por Miquel de Bergue.

El Mercat de la Boquería, o de Sant Josep, es el mercado entre los mercados. Se trata de un lugar emblemático de la ciudad y del mercado de referencia, sitio de color, vida y bullicio. Ofrece una variedad innumerable de productos en gran cantidad de paradas. Hay más de sesenta puestos de frutas, una cincuentena de pescados y otras ochenta de víveres diversos, como charcutería, frutos secos, especias, dietética, chocolatería, etc.

Con más fama que el Liceo, es sitio obligado entre los lugares de interés turístico, y nos encontramos entre sus visitantes a personas de todos los países, religiones y culturas. Junto con el Museo del Louvre y la Galleria delle Uffizi, La Boquería es uno de estos lugares que exige como mínimo un par de días para ser conquistado, aunque sea con los pocos sentidos que nos quedan. Con una diferencia a destacar: el arte y los productos presentados cambia con las cuatro estaciones.

lunes, 23 de junio de 2008

Cuando llega la víspera de San Juan...


Siempre que llega la víspera de San Juan todas las personas que deseen y gusten tienen la puerta abierta y pueden pasar a la casa del doctor Elías para celebrar la fiesta del solsticio de verano. Sólo se exige como requisitos una botella de vino y un trébol de cuatro hojas.

El año pasado no pude participar en la fiesta, ya que sólo encontré tréboles de tres hojas, y lo que más me jorobó fue tener que escuchar desde mi casa y sin más compañía que mi gato , la algarabía de los asistentes.
Para este año ya tengo mi trébol de cuatro hojas. Lo encontré ayer tarde, justo, en el jardín de mi casa.

---Os deseo una feliz noche-madrugada mágica. Y felicidades para Juan---

jueves, 19 de junio de 2008

Era tan joven y tan ufana...


En tiempos inmemoriales, cuando yo era una criatura joven, ingenua e indómita, transitaba ufana por todas las tierras conocidas por los hombres y exploraba territorios jamás hollados por ellos; sin desmayo plantaba cara a desmanes, pandemóniums, aceros y vehemencias de toda índole y de toda clase de seres. Me sentía tan fuerte y capacitada que hasta llegué a hacer frente a la terrible Hidra de cien sierpes en su cabeza.
Prácticamente era sólo un puro divertimento para mí y siempre estaba dispuesta a participar en cualquier acto alegre o cruel; trascendente o banal; transparente o turbio; normal o extravagante. Tentada por cualquier suerte de competición, el solaz y, sobre todo, la victoria eran mis principales metas y nunca titubeaba ante nada ni nadie.
Todas las materias me sorprendían, inclusive, los enigmas insustanciales que me proponían. Ya más vieja, resabiada, mesurada, y cansada de recorrer los senderos de las armas y de aceptar juegos, he decidido descansar para siempre y buscar refugio en el ombligo del mundo.

Ahora que soy la esfinge guardiana del Laberinto y la que vigila que el fuego del centro del tiempo y del espacio no se apague, contemplo en silencio como El Minotauro persigue a la virginal Ariadna apresada dentro de su palacio. No deseo inmiscuirme en el destino de los simples mortales ni en él de los héroes. Han dejado de conmoverme; No me interesan los asuntos ni comidillas de los molestos y maniáticos dioses y semidioses. Poco me importa mi salvación; la admonición o la bendición de los señores todopoderosos que gobiernan el mundo. Mi tiempo se extingue; también, su tiempo. Desaparecerán y serán un recuerdo vago, pero, ellos creen que son inmortales y que, por siempre, serán los amos. Yo, tan antigua como esta tierra y con tantos eones sobre mi lomo, he visto como otros dioses, tanto o más altaneros que éstos, han pasado a ser pasto del olvido, eclipsados por la llegada de otros nuevos.

Aquí, en mi morada última, contemplaré el final y escucharé sus gritos de agonía, porque soy la que ve, mucho mejor que ninguno de ellos, la red del tiempo. Mi postrimería, al menos, será interesante, hasta heróica. Valdrá la pena, en lo que me resta de vida, permanecer en el corazón de la tierra, consagrada exclusivamente a su custodia, hasta que llegue el epílogo de todos nosotros.

martes, 17 de junio de 2008

Exposición monográfica sobre Miró en el Museo Thyssen- Bonermisza.

Desde el 17 de junio hasta el 14 de septiembre el Museo Thyssen propondrá un recorrido por la obra de Miró en el periodo que transcurre desde 1918, año de su primera exposición individual, hasta su muerte en 1983, «cuando ya está solo en Palma, sus amigos han muerto y comprende que la última revelación de la tierra es la muerte». El hilo conductor gira en torno a un tema recurrente en su obra: la tierra. A diferencia de otras interpretaciones historiográficas que subrayan su vinculación con el surrealismo, en esta ocasión la atención se centrará en su fidelidad al mundo rural y pagano, y su fascinación por el exceso, la fecundidad -incluyendo el sexo- y la muerte. La exposición reúne 64 obras del pintor

La masía que la familia Miró poseía en Mont-roig, una población próxima a Tarragona, es el punto de arranque de la exposición. En los veranos de 1918 y 1919 Miró pintó allí una serie de seis paisajes en los que, alejándose del eclecticismo de su primera juventud, desarrolló lo que sería su primer lenguaje pictórico personal. En estos cuadros, testimonios de lo que fue para él una verdadera epifanía de lo rural, todos los detalles están tratados de modo muy minucioso. Esto hace que se nos presenten impregnados de una especie de narratividad (observamos los detalles uno detrás de otro, como en una narración que nos hace ver un mundo fijado por la memoria o la fantasía), y conecta a Miró con lo que fue la primera pintura de paisaje en el siglo XVI, los “paisajes animados”, o narrativos, de Patinir y El Bosco.

Hay cuadros de gran importancia, como «Huerto con asno», de 1918 (prestado por el Moderna Museet de Estocolmo), cuando «Miró ya es Miró». Llorens habla de un «franciscanismo» en su pintura y añade a la raíz que le une con el románico catalán la de los primitivos italianos, sobre todo a Giovanni Bellini y su pintura «San Francisco en el desierto» (1480), cuya semejanza con «Huerto y asno» es esclarecedora, lo que explicaría su concepción de la pintura como una observación detallista de la realidad, lo que supone «la conclusión del proceso de transformación radical de la tradición pictórica del paisaje del siglo XIX», explica Llorens.
Miró, influido por las vanguardias artisticas barcelonesas, cubismo y fauvismo, nos sorprende con unas obras que hasta podrían calificarse como el primer naif, al intentar personalizar estas tendencias.


He traído este cuadro porque me ha recordado en gran manera las pinturas del intradós del Panteón de la Colegiata de San Isidoro de León, dedicadas a labores agrícolas según el mes del año.

---Detalle del Calendario agrícola de San Isidoro de León---

viernes, 13 de junio de 2008

La ermita de San Antonio (Madrid).



San Antonio de la Florida es una ermita, situada junto al río Manzanares, que fue mandada construir por Carlos IV al arquitecto Fontana para dedicarla a San Antonio de Padua. En su interior se encuentran los frescos de Goya (1798) decorando la cúpula y las pechinas. Muestran escenas de uno de los milagros del Santo y la Adoración de la Trinidad, escenas en las que aparece gente de Madrid-majas, goyescos, caballeros embozados-, apoyada en una barandilla que recorre la cúpula, observando el milagro.
A los pies del prebisterio se encuentra el panteón, donde está enterrado el pintor.

Fue declarada Monumento Nacional en 1903. Y a partir de 1929, ya Patrimonio Nacional, fue dedicada exclusivamente a museo. Junto a la ermita primitiva se construyó una réplica para celebrar las oficios.

Todos los 13 de junios se celebra en sus inmediaciones, en lo que se conoce como la Bombilla, las tradicionales verbenas, con música, puestos de venta de churros, rosquillas, botijos, y por supuesto, la visita obligatoria al santo de las modistillas casaderas y la tirada de alfileres.

Esta tradición, que se celebra desde finales del siglo XIX, consistía en que la modistillas con sus trajes típicos- vestidos de alegres colores y sus claveles reventones en la cabeza sujetos por pañuelos blancos anudados al cuello- debían echar 13 alfileres en la pila bautismal colocada en el exterior de la ermita. Luego, introducían el brazo en la misma y tantos alfileres como se queden prendidos a la palma de la mano, tantos pretendientes o novios tendrían ese año. La tradición continúa entre los madrileños y también entre los foráneos.

También es típico este día recoger los panecillos del santo, que reparten los hermanos franciscanos para conmemorar los que el Santo daba a los pobres.
Decía la copla que 'La primera verbena que Dios envía es la de San Antonio de la Florida. Se celebraba en la noche del 12 al 13 de junio, la última verbena de la primavera. Es famosa entre los madrileños, y sin dudarlo, es una de las más típica de todo Madrid.

Chotis muy castizo, de "Las Leandras".

¡Pichi!
es el chulo que castiga
del Portillo a la Arganzuela,
porque no hay una chicuela
que no quiera ser amiga
de un seguro servidor ...

Pero yo que me administro,
cuando alguna se me cuela,
como no suelte la tela,
dos morrás la suministro;
que atizándolas candela
yo soy un flagelador.

¡Pichi!
es el chulo que castiga
del Portillo a la Arganzuela,
que no quiera ser amiga
porque es un flagelador.

No reparo en sacrificios:
las educo y estructuro
y las saco luego un duro
pa gastármelo en mis vicios,
y quedar como un señor.

Me has trastornao,
¡Eres un sol!
Pónme un chalet,
dame un renard,
cómprame un Roll.

¡Pichi!
Anda, y que te ondulen
con la 'permanén',
y pa suavizarte
que te den 'col-crém'.
Se lo pués pedir
a Victoria Kent,
que lo que es a mí,
no ha nacido quién.
Anda, y que te ondulen
con la 'permanén',
y si te sofocas
¡tómalo con seltz!

Eres, Pichi, para mí
de lo que no cabe más,
y yo sé de algunas por ahí
que van desesperás
detrás de ti.

¡Pero, a mí, no!
porque de nén!
¡Bueno soy yo!

Anda, y que te ondulen
con la 'permanén',
y pa suavizarte
que te den 'col-crém'.
Se lo pués pedir
a Victoria Kent.

Que lo que es a mí,
no ha nacido quién.

Anda, y que te ondulen
con la 'permanén',
y si te sofocas
¡tómalo con seltz!


martes, 10 de junio de 2008

Un lugar de silencios.

Es un paisaje tan árido, tan vacío de gente, que adentrarse entre la cicatrizada tierra produce pena. Algún pájaro busca comida entre las escasas hierbas que cubren ese lugar de polvo lúgubre y muerto. A lo lejos la pequeña campana de una antigua ermita suena mecida por el viento. Su tañido quiere proclamar que aún hay vida en ese lugar de silencios y mudas yerbas.

El viajero teje monólogos en la lacerante noche que se acerca, solo, tan solo, que ni el aire que llega desde las altas parameras espera a escucharle. Calla el viajero en el silencio total inundado por la luz de la luna llena. El silencio le hiere y le abre sus manos cuarteadas.

El viajero camina desarraigado por el desamparo de ruinas sin tejados; escapa, con pies derrotados.

miércoles, 4 de junio de 2008

Enterré mi nombre.



---Foto cedida por Cristina R.---
Enterré mi nombre,
cenizas y un hueco,
junto a un lago.
Envolví mi corazón,
muerto,
en hojas en blanco.
Borré años contados,
burla, ira,
de tiempos feroces.
Terminé y comencé.
Descubrí el azul,
ilimitado, solitario,
de agua y nubes.
Mío.
Vuestro.
Sin sombras y sin muertes.
Atrás quedaron los llantos.



Suposiciones.



Me encantaba pasar un rato en un pequeño café de la calle... a esas horas de la tarde en que aún había poca gente y se respiraba tranquilidad.
Generalmente, yo solía sentarme sobre uno de los taburetes de la esquina de la barra, desde el cual podía mirar, un tanto desapercibida, a los demás clientes que en ese momento allí estaban.

Era un viejo local reformado para darle aspecto de bar antiguo. Mostrador de madera rodeado de taburetes, también de madera, Mesas de mármol con sillas de madera. Suaves colores salmones en las paredes y suelo con losas cuadradas negras y blancas. Espejos y marinas completaban el ambiente relajado del lugar. Una puerta de cristal con tiradores de metal dorado invitaba a entrar a los que pasaban delante de él. Desde el primer día que lo hallé, me sedujo y decidí que aquel era mi refugio.

Por lo general, a esas horas de la tarde coincidíamos las mismas personas. Mientras bebía un café en mi esquina, podía fisgar con disimulo a las otras personas e inventarme historias sobre su vida. Una mujer mayor siempre sola; siempre en la misma mesa y que siempre pedía una tostada y un café descafeinado con leche. Yo me imaginaba que era una mujer viuda, no muy sobrada de dinero, y con hijos ya independizados. Una pareja de jóvenes estudiantes con gruesas carpetas se sentaban en una de las mesas más apartadas. Se les veía felices, ajenos a todo y descubriendo el amor en esa etapa en que los sueños pueden alcanzarse con la punta de los dedos.

Pero, en realidad, el sujeto que más me llamaba la atención era un hombre de aspecto cuidado, de una edad indeterminada, que tenía por costumbre observar, de vez en cuando, a los presentes para, luego, escribir notas con la mano izquierda en un pequeño cuaderno. Sin poder evitarlo, yo ideaba todo tipo de historias sobre ese hombre. Seguro que era un escritor a la caza de personajes para alguna novela, o un poeta que hablaba sobre la soledad del hombre. Yo sonreía y me decía a mí misma- Mira qué si resulta que yo soy uno de ellos. Sería gracioso- ¿Cómo me describiría y qué diría sobre mí, una mujer sola en la esquina de la barra de un bareto? Una mujer solitaria, desengañada por algún amor y refugiada en la soledad de los demás.

Tras una media hora de elucubraciones sobre unos y otros y lectura de algún libro, llegaba el final de mi espera para ir a recoger a mi hija, quien estaba haciendo un tratamiento de logopedía en un centro que se encontraba justo en la acera de enfrente.


lunes, 2 de junio de 2008

Arcilla roja.



Arcilla roja descarnada
entre pastos verdes
y morados brezales.
Túneles horadados
por manos rotas
a golpe de látigo.
Montes afilados,
agujas de barro olvidadas,
que, petrificadas, asaetean
un cielo azul perlado.
Vértigo asomado
a caminos escondidos entre sombras,
transitados por otros pies
que dejan su huella
en la tierra de sangre,
que reverdece con la lluvia
y el sol de muchas primaveras.

---Un atardecer en Mons Medullius (Las Médulas)---