miércoles, 23 de abril de 2008

San Jorge y la lucha contra el dragón.


Quién no conoce la figura de San Jorge montado sobre un caballo blanco y alaceando al dragón bajo la mirada de una doncella que contempla a cierta distancia la escena, en posición orante, rezando por el triunfo de su campeón y liberador.
San Jorge es el gran vencedor del dragón en la tradición cristiana, que aparece como el matador por excelencia del monstruo infernal, tanto en la Cristiandad occidental como en la oriental. En torno a su persona se forza toda una leyenda que está muy ligada al mundo de la Caballería medieval.

¿Quién fue este caballero?

San Jorge fue un soldado y un tribuno romano que combatió en las Regiones del Próximo oriente, en Siria y Palestina, hasta que sufrió martirio a manos del gobernador Daciano por haberse negado a realizar el sacrificio idolátrico que éste le exigía.

Cuenta la leyenda que recoriendo el Norte de África a lomos de su caballo blanco, llegó a una región de Libia donde las gentes vivían aterrorizadas por un dragón que habitaba en una caverna próxima a una gran charca o lago pantanoso. Para aplacar la furia del dragón, los habitantes de la comarca tenían que ofrecerle cada día un joven, una doncella o un niño, que era elegido por sorteo y que era entregado a la bestia. Cientos de víctimas habían perecido víctimas de la ceremonia cada atardecer un día tras otro. Pero esta vez toca el turno a la hija del Rey, la princesa Elya (Aya, Cleodolinda o Alejandra, en otras versiones de la leyenda).

Jorge llega a los muros de Silene, la capital del reino, cuando la princesa, ataviada de novia, está siendo conducida a su destino. Al llegar a la zona donde el dragón tiene su morada, Jorge divisa la mole que se avanza hacia él, lanzando al aire furiosos rugidos y haciendo espantosas contorsiones, lleno de ira por al aparición de quien teme es su rival que viene a arrebatarle la codiciada presa. El caballero se cala el yelmo, enristra la lanza y galopa contra el reptil. El tremendo lanzazo que asesta a la fiera hace que ésta se retuerza en espantosos alaridos. Pero es tal la violencia con que se agita el dragón, que el asta de la lanza se quiebra. Con su espada, Jorge asestará el golpe definitivo a su enemigo. El dragón se queda sin fuerzas para seguir peleando y se rinde a sus pies. Entonces, Jorge ordena a la joven princesa que ate con su cíngulo el cuello del dragón vencido. Y una vez atado, lo arrastra a la ciudad que ha estado oprimiendo, donde recibirá el castigo merecido.
Según unas versiones de la leyenda, en la urbe liberada se da muerte al dragón; en otras versiones, éste queda convertido en manso animal y sometido al héroe vencedor, a quien seguirá sumiso donquiera que vaya.

La lucha con el dragón es un motivo universal y de raíces milenarias que figura como elemento central en la cosmovisión y la iconografía de casi todas las culturas tradicionales. Con ligeras variantes, este combate contra el fabuloso monstruo acusa su presencia en los más apartados pueblos de la tierra, sin distinción de épocas ni latitudes, en lo que constituye una clara muestra de coincidencia inter-cultural o inter-tradicional. La alusión a serpientes y dragones es arquetípica en muchos pueblos o representaría un arquetipo jungiano, el inconsciente colectivo, el sueño de culturas. San Jorge es una figura que nos introduce de lleno en la visión mítica y simbólica. Entre otras muchas cosas, la imagen del combate entre el héroe solar y la bestia de los abismos nos ilustra sobre asuntos tales como: el proceso cosmogónico, las fuerzas en pugna por la configuración y mantenimiento del orden universal, el encuentro o el choque entre hombre y naturaleza, la génesis de la cultura y la civilización, el papel del hombre y de la mujer.

La lucha contra el dragón se pierden en la noche de los tiempos. Según el paleontólogo Edgard Dacqué, en la escena mítica habría un eco de las luchas de los hombres prehistóricos hubieron de librar contra monstruos extinguidos. Dondequiera que dirijamos la mirada encontramos la imagen del paladín de la luz contra la bestia abisal. En las más antiguas culturas aparece ese combate épico preñado de consecuencias civilizadoras desde el Egipto faraónico y la Mesopotamía semítica a la India védica, la Persia zoroástrica, el Japón sintoista a África o la América precolombina.

En la mitología egipcia la lucha con el dragón aparece bajo la forma del combate que Ra, el Dios-Sol, libra contra el monstruo Apep, llamado Apofis por los griegos. Ra, es el Padre de los dioses del panteón egipcio, el Soberano del universo, señor de la luz y del cielo. Con su presencia mantienen el orden universal. Pero frente a él se alza Apep, su más encarnizado enemigo, sierpe de los abismos que acecha en la oscuridad para poner fin a la obra de Ra. Pese a su enorme poder y sus enormes dimensiones, sale siempre derrotado por el poder de Ra. El dragón Apofis será más tarde identificado con Set o Tifón en griego, genio del mal y de las tinieblas. Tendrá como enemigo a Osiris, que viene a ser una nueva forma de manifestación de Ra.

Imágenes muy semejantes encontramos en la civilización mesopotámica, cuyo mito tiene como motivo central la lucha del dios Marduk, dios babilónico de la luz y de la inteligencia, con Tiamat, el dragón-serpiente de las profundidades marinas. Marduk aparece representado como rey con alas y armado de flechas o de un hacha, montado a veces sobre un caballo blanco. Su figura tiene su inmediato precursor en el Ninurta sumerio, también llamado Enlil o Ningirsur, y su sucesor es el Ashur asirio.

En la mitología hitita el vencedor del dragón es Teshub, Terup o Tarku, dios de las tormentas, que vendría a ser el equivalente minoasiático del Thor germánico, porque comparte múltiples cartacterísticas, como su carácter guerrero y algunas armas distintivas, entre las que figura, además de la lanza, la espada y el tridente, el hacha de doble filo, que pudiera ser también una maza o un martillo.

Entre los fenicios, Baal es el dios celeste y dios de las tormentas que tiene que luchar contra varios monstruos adragonados con nombres diferentes, pero parecen ser el mismo ser Baal es una misma persona con Melkart, el Hércules fenicio y cartaginés.

En el antiguo Israel, se hallan imágenes bíblicas en las que se describe a Yahveh como vencedor del dragón del caos. Concebido este último como monstruo acuático o como fiera del desierto, como mezcla de ballena y serpiente cornuda o como híbrido de escorpión y cocodrilo, recibe los nombres de Leviatán, Rahab, Behemoth y Tannín.



En la antigua India, una de las versiones más conocidas de la lucha con el dragón es el episodio que se recoge en los Vedas, sonde se relata el enfrentamientro entre Indra y Vritra. En el mito indo-ario, Indra, el dios prototipo de la realeza aria y de la nobleza guerrera que se agrupa en torno a su Rey, restablece el orden del universo al derrotar a Vritra, el dragón que, desde su refugio en las montañas, aprisiona las aguas cósmicas y cubre la luz, haciendo imperar la oscuridad y el desorden. En el panteón védico hay otro dios que desempeña un papel paralelo al de Indra, con el perfil de matador del dragón: Parjanya,el que truena, dios de la lluvia y de la tormenta. Guarda un estrecho paralelo con el dios del trueno y rayo de otros pueblos indoeuropeos: el Taranis celta, el Perkunas báltico, el Perún eslavo. Porta las mismas armas que ellos y presenta rasgos muy similares a los de todas estas divinidades europeas.

El Zoroastrismo persa, cuya doctrina gira en torno al combate cósmico entre Ahura Mazda (Ormuz), el Dios de la verdad y la luz, y Angra-Mayniu (Ahrimán), el espíritu de las tinieblas y de la mentira, presentado como una serpiente o dragón destructor que lucha contra Ormuz, el sol. Los mitos persas, que guardan una estrecha correspondencia con el mito indo-ario del combate entre Indra y Vritra, nos hablan de la oposición que enfrenta al héroe ario con el dragón del caos y la oscuridad: es la lucha de Karsasp con la serpiente Sarvara.

Lugar destacado ocupa la lucha con el dragón en el mito sintoísta japonés, donde aparece como ingrediente capital del proceso cosmogónico. Susano-wo, dios hermano de la diosa solar Amaterasu, tiene que enfretarse con el dragón al ser desterrado por su hermana al plano terrenal por su rebeldía y su reticencia a aceptar la soberanía de la diosa en el panteón sintoísta.

En la tradición china, no obstante predomina en ella la significación positiva del dragón, encontramos una hazaña del héroe épico No-Cha sobre el Rey -Dragón.

Historias semejantes aparecen en la tradición budista, como la lucha del Príncipe Shidarta contra una bestia infernal.

También en las poblaciones americanas y africanas aparece a menudo el dragón como ser mostruoso que amenaza la vida de los seres humanos.

La mitología griega es rica en episodios relacionados con el tema. Sus dioses y héroes han de enfrentarse a menudo con la serpiente, el dragón o el monstruo de los abismos, haciendo así de la drakomakía un leitmotiv del mundo conceptual y simbólico de la antigua cultura helénica. Entre los dioses figura en primer lugar Apolo, divinidad olímpica y solar por excelencia, dios de la luz, de la belleza y la armonía. Su más destacada acción en este sentido es la lucha con Pitón, la dragona que guarda el santuario de Delfos, a la que da muerte con sus flechas. Zeus es otra figura divina que destaca como luchador contra el dragón. Zeus personifica el Cielo concebido como Padre, es el señor máximo de todos los dioses griegos y es la forma griega del Dyaus Pitar de las antiguas estirpes indoeuropeas. Se enfrenta con Tifón o Tifeo, uno de los más poderosos y temibles gigantes. Tifón es un ser monstruoso que vive en el nivel más profundo de los Infiernos, criado por Pitón, con descomunal tamaño, sin piernas, con cuerpo de serpiente y múltiples cabezas, que aterroriza a hombres y dioses y ataca el Cielo para destronar a Zeus. Después de varias escaramuzas, Zeus consigue fulminar con su rayo al temible enemigo. Como vencedora del dragón aparece también Atenea. Pero Atenea no se limita a vencer al dragón con sus propias armas y su propio esfuerzo, sino que está detrás de la mayoría de los vencedores de dragones del mito helénico. Entre los héroes humanos que en la mitología griega combaten dragones, cabría citar a : Cadmo, Perseo, Belorofonte, Jasón y Heracles.


Entre las representaciones más típicas en la tradición nórdico- germánica hay que señalar que también aparece este mito. En él descuellan las figuras de Thor, el dios del Trueno con su invencible martillo, y de Sigfrido, el héroe por excelencia de las estirpes germánicas. Una de las escenas más conocidas de la mitología nórdica es la del dios Thor lucahndo con la Serpiente de Midgard o Serpiente del mundo. Monstruo que vive fuera de Midgard, el mundo humano, el "País del Medio" o "Tierra del centro", cuyo contorno rodea. Se trata de un reptil de grandes proporciones que habita en el fondo del mar y que forma parte de la estirpe del dios Loki, el dios del mal y de la mentira, lleno de odio, ira y afán destructor, que vomita sobre el mundo nubes de veneno y provoca grandes catástrofes al agitar el agua de los mares. Ligado al rayo y al relámpago, Thor se perfila como un dios amigo y protector de los hombres. Su función fundamental es combatir a las fuerzas que amenazan el orden cósmico y que atentan contra la paz y esplendor del mundo divino, así como defender la vida humana de las potencias hostiles que acechan en el abismo. Es descrito como hombre de gran talla, corpulento y atlético, con cabellos pelirrojos y con una lunega y espesa barba, asimismo rojiza, por ello se le da el apodo de "Barbarroja, y con mirada penetrante. Thor recorre sus dominios terrestres montado sobre un carro de combate tirado por dos carneros o machos cabríos, tan barbudos como él. Posee tres atributos prodigiosos: el martillo, que es su arma predilecta, al mismo tiempo maza y hacha, que unas veces aparece como hacha de piedra y otras como martillo incandescente; el guante con el cual puede agarrar el martillo sin quemarse; y el cinturón mágico, que redobla su fuerza y lo hace invencible. Se ha subrayado la identidad simbólica del hacha de Thor con el hacha de combate o hacha de doble filo de los antiguos pueblos indoeuropeos, así como con el hacha de sílex del Neolítico.


Sigfrido o Sigur es hijo de los reyes de las Tierras Bajas y descendiente de Odín. Al morir sus padres fue adoptado por el enano Regin, el herrero de los dioses, quien se quiere aprovechar de él para servirse de su fuerza con vistas a sus ambiciosos planes, entre ellos, aprovecharse del tesoro guardado en una montaña por el dragón Fafnir. Sigfrido encarna la quintaesencia del heroísmo: el el héroe supremo de la antigua tradición germánica. En él podemos ver la más típica representación del héroe solar o la encarnación del dios solar.

Tampoco a los antiguos tracios, bálticos y eslavos fue desconocida la figura del héroe divino alanceador del dragón. Entre los tracios, pueblo del Norte de Grecia, hay un dios llamado Heros, representado com jinete que traspasa con una lanza a un negro monstruo para liberar a una doncella de estirpe real, Hera. Todos los elementos del típico cuadro de la dracomanquia están aquí presentes. Hay quien por ello, ha llegado a ver el origen de la leyenda del San Jorge cristiano.

Entre los pueblos bálticos encontramos al matador del dragón en la figura de Perkunas o Perunu, cuya afinidad con el Taramis celta ha sido puesta de relieve por numerosos autores. Pekunas es la divinidad suprema, el dios celeste, señor del trueno y de la tormenta, poderoso esgrimidor del martillo que causa el tronar y con el cual aplasta la cabeza del dragón.
En la mitología eslava se halla Bielbog, el dios blanco que encarna el bien y que tiene que luchar contra el demonio de la oscuridad y del mal. Es el espíritu de la luz, de la claridad, del día, del orden, de la belleza y de la armonía. El demonio negro, Chiernebog, es un dragón que arroja fuego y veneno por su boca y habita en las regiones inferiores, subterráneas e infernales.

El mundo mitológico y simbólico céltico, tan próximo al germánico no es extraño a este motivo universal. La lucha con el dragón deja en evidencia que es un motivo típico de la religiosidad indoeuropea, pues en él se representa la contienda entre los poderes de la luz y la oscuridad. Numerosos son los relatos sobre combates con dragones. El dios celta que presenta muchas características del vencedor del dragón es Taramis o Tonaros. Se trata de un dios del cielo y del sol, así como del trueno, el rayo, la tormenta y la lluvia, vinculado por tanto también a la fertilidad y el rejuvenecimiento de la naturaleza. Se le suele representar llevando en una mano un rayo y en la otra una rueda radiada, emblema solar. A veces porta también la esvástika, así como uno o dos cuernos de la abundancia, recibiendo el nombre de Cernunnos, "el Cornudo".
Pero, tal vez, sea el dios Lug el que mejor encarna el papel de vencedor. Lug, Lugh o Lugus, cuyo nombre está estrechamente relacionado con la voz griega Lux, presenta un extraordinario paralelismo con el Apolo griego, aunque a veces ha sido equiparado a Júpiter y a Herakles. Al igual que Apolo, Lug es el dios de la música y la poesía, y personifica la claridad, la lucidez y la belleza. Diestro artesano como indica su sobrenombre Samildanach (el de los muchos dones), es también un valiente guerrero que maneja con destreza la honda y la lanza. Lug es un personaje luminoso y radiante, su nombre también significa blanco, brillante o reluciente, que posee una lanza mágica, Gai Bolga, traída de las regiones hiperbóreas.


La figura del dragón ocupa un lugar relevante en la simbología cristiana donde aparece desde los primeros tiempos representando el mal y el pecado, a las fuerzas que se oponen a Cristo y su mensaje. En la amplia imagenería, tanto literaría como artística, confluyen las concepciones de la cosmogonía bíblica, y, por otro, las derivadas de las antiguas culturas helénica, céltica y germánica, de las caules se nutre la visión del mundo imperante en la cultura medieval. Identificado con el Leviatán y el Behemoth bíblicos, el dragón es tenido, al igual que la serpiente, por animal emblemático de Satanás. El mismo Cristo es representado como héroe o guerrero solar que pisa la cabeza de la bestia o la atraviesa con una lanza. También la Virgen María se perfila como vencedora del dragón. Se la suele representar con un dragón que se agita impotente bajos sus pies. Es quizá en el Apocalipsis donde aparece de forma más nítida la enemistad entre la Virgen y el dragón. En algunos pasajes de dicha obra se la describe como "Dama vestida de sol" que el dragón trata de devorar.

La figuras más representativas y paradigmáticas de la dracomaquia cristiana son, sin lugar a dudas, las de San Miguel Arcángel y San Jorge. El primero se alza como protagonista en la contienda celeste que enfrenta a los ángeles buenos y malos, en su calidad de caudillo de los ejércitos angélicos fieles a Dios. Héroe celestial de la luz, San Miguel saldrá vencedor en su lucha contra Lucifer y los ángeles rebeldes, convertidos en oscuros y horrendos dragones por su misma contumacia. En las representaciones artísiticas aparece como un joven guerrero revestido con armadura y armado de lanza, espada y flechas de fuego.

El otro gran vencedor del dragón es San Jorge, que llega incluso a sobrepasar a San Miguel por el arraigo en el alma popular y por el ambiente legendario en torno a su persona en la Edad media.
Pero San Jorge y San Miguel no son los únicos héroes sagrados que aparecen enfrentados a la fiera dracónica en la tradición cristiana. Hay una legión de santos y santas que luchan con el dragón y le vencen.
El episodio de la lucha entre le héroe y el dragón juega un papel capital en los poemas y libros de caballería, que tanto auge adquirieron durante la Edad Media. En este ámbito podríamos citar el poema de Beowulf, príncipe vikingo de los getas de Jutlandia. Otro célebre es Drachenkämpfer que cuenta las hazañas de Dietrich von Ben, en quien la mayoría de los autores ven una mitificación de Teodorico, rey de los ostrogodos. La escena del caballero luchando con el dragón figura igualmente con frecuencia en las leyendas populares y los cuentos de hadas. Quizá el más conocido sea el cuento de "la Bella durmiente", que culmina con la liberación y el despertar de la princesa dormida. No puede pasarse por alto la importancia de este simbólico motivo en los antiguos libros de caballería. Así, por ejemplo, hace acto de presencia en el ciclo artúrico; en el Amadís de Gauda, que ejerció gran influencia en toda Europa durante los siglos XV y XVI; en Orlando Furioso, de Ludovico Ariosto, que recoge motivos y escenas del ciclo de Carlomagno.

El mito de la lucha con el dragón aparece también en el mundo conceptual del Gnosticismo que se extendió de manera prodigiosa por el Próximo Oriente y la cuenca del Mediterráneo en los primeros siglos de la era cristiana. El término Gnosticismo sirve para designar una heterogénea y compleja amalgama de sectas, grupos y corrientes de inspiración filosófica o religiosa de la Antigüedad, la mayor aprte de ellas consideradas heréticas o heterodoxas. No debe confundirse este término con el de Gnosis, que hace referencia a la Sabiduría,y crece muy a menudo dentro de la ortodoxia doctrinal y que constituye la cima de toda tradición espiritual. En el mito gnóstico, el dragón o leviatán encarna el mundo de lo material, que engulle y mantiene cautivas las partículas de luz que son las almas, impidiéndoles el ascenso hacia "el Padre de las Luces" del que provienen y tienen su verdadera patria.

El simbolismo del dragón es inseparable del de la serpiente. No en vano la palabra "dragón" proviene del griego drákon, drákondos y del latín draco, draconis, que significan "serpiente de gran tamaño". La mayoría de los autores antiguos, como Ovidio, Lucano, Dante y otros muchos, no establecen ninguna distinción entre el dragón y la serpiente. Muchas ramas gnósticas ven en el dragón o la serpiente la encarnación de la ignorancia que apaga en el hombre la luz de la Gnosis y lo encadena al mundo de lo creado o manifestado, siendo contemplada la boca negra de la fiera abisal como un símbolo del abismo de la materia. Es el monstruo oscuro que, enemigo de la Sophia, se opone al avance y ascenso espiritual del alma humana, la cual, aprisionada en los niveles inferiores e ilusorios de lo hílico o material y de lo pasional o psíquico, tiene que vencer a ese dragón de la esclavitud material y escapar de su poder hipnótico, misión del pneumático u hombre espiritual, prototipo de la perfección humana para el Gnosticismo.

0tro campo en el que la figura del dragón desempeña un papel importante es el de la Alquimia y el simbolismo hermético. El dragón aparece aparece en la simbología de la "Arte regia" o "Arte hermética"(por su mítica relación con Hermes) como el obstáculo que impide la consecución del Oro alquímico," la Noble Piedra", "la Piedra de los Sabios". Sin vencerle y pasar por encima de su cadáver no se puede avanzar en el camino que conduce a la Fuente de la Vida, a la Dama de los Filósofos.

Los antiguos tratados herméticos advierten que "la Obra" está llena de peligros, y el primero de ellos es el dragón, que, simboliza un poder disolvente, la energía mortal del veneno que mata la forma después de transfigurarla. La misión de este dragón es guardar el Árbol a cuyos pies brota "la fuente de la inmortalidad", proteger "la Dama de los Filósofos", e impedir así que a ella se acerquen los seres indignos de poseerla o apartar a los débiles y los presuntuosos, indignos de poseer el tesoro que en la meta se oculta. El neófito habrá de enfrentarse con ese dragón, luchar a muerte con él y vencerlo si quiere llegar a la cumbre del "Arte Regia" y conquistar el Oro espiritual, el metal noble e incorruptible.La Obra alquímica comprende tres fases sucesivas, que reciben respectivamente los nombres de nigredo u "obra al negro", que es la fase inicial; albedo u "obra al blanco", fase de purificación que constituye una labor preparativa para la fase culminante; y rubedo u "obra al rojo", en la cual el filósofo consigue el oro rojo u oro alquímico. La primera fase es la que va asociada a la figura del dragón. La doctrina hermética enseña que hay que empezar por sumirse en las tinieblas del color negro, donde acecha el dragón, para poder salir a la blancura de la nueva vida. en algunos textos herméticos se dice que el dragón o la serpiente porta en la cabeza una piedra preciosa de la cual deberá apoderarse el héroe, cortando primero la cabeza del dragón- prima materia- y luego arrebatando esa gema que se convertirá en la Piedra bella y noble, "la Piedra de los Sabios", capaz de transformar al ser humano y trasmutar la realidad, como remedio infalible o medicina universal.
Son frecuentes los grabados alquímicos en que aparecen una o varias figuras humanas armadas de lanza, espada y flechas, en lucha contra uno o más dragones. En otras ilustraciones, se reproduce la lucha del guerrero con el dragón alada envuelto en llamas a la entrada de la cueva hermética. En otros emblemas aparece el dragón junto al árbol o como mismo árbol. Y no faltan grabados en que el héroe es un Andrógino o Rebis que se yergue victorioso plantando sus pies sobre el cuerpo de un dragón tendido impotente sobre una esfera alada, o como el águila bicéfala del Mercurio andrógino que abre sus alas por encima del dragón.



5 comentarios:

Davinia dijo...

Historias de dragones y serpes muy interesantes y variadas nos cuentas hoy Maite. Muchas gracias.

Ayer aquí era prácticamente imposible dar un paso por el centro de la ciudad, Paseo de Gracia y Rambla Cataluña, al mediodía. Me di un paseo por los stands de librerías que nos mostraron sus libros bajos las carpas, donde muchos autores estaban dedicando sus obras, y era impresionante la muchedumbre de personas que circulamos por esas calles disfrutando de este día, que por cierto hizo un tiempo expléndido...

Supongo que a la festividad tradicional en Cataluña, se unieron los seguidores futbolísticos del Barça y del Manchester, pues creo que se jugaba al atardecer la liga de la "Champions", que dieron mucha guerra ya desde su llegada, os pego abajo un comentario de El Periódico.

----dieron mucho guerra estos seguidores ya desde su llegada, Barcelona. (EFE).- Un millar de seguidores del equipo de fútbol del Manchester han empezado a llenar el espacio de ocio habilitado para ellos por el Ayuntamiento de Barcelona en el Moll de la Marina, cerca del Puerto Olímpico, donde se dedican a tomar el sol, jugar al futbolín y al billar y beber cerveza.

El dispositivo preparado por el consistorio cuenta con futbolines, "pintas" de cerveza a cuatro euros, mesas de billar e incluso pequeñas atracciones para chutar penaltis, con las que se pretende entretenerles, además de lucir una pantalla gigante en la que se recrean las mejores jugadas de su equipo de esta temporada.-----

Muchos besos soleados para todos los lados.

Unknown dijo...

De nada, colegui.

:) :) Estarían ayer las calles céntricas de Barcelona a tope de gente entre el partido y la fiesta de San Jordi. Y si encima os hizo un tiempo primaveral, miel sobre hojuelas.
:) :) Se nota que había temor a los hooligans británicos. Bebedores de todo lo que les caiga en mano y con fama de camorristas, dondequiera que vayan.

Menuda paciencia has tenido si te has leído todo el tocho. Poco a Poco.

Besos

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